por Feliciano López*
Es imposible explicar el vacío que deja Manolo, nuestro gran Manolo. Fue el pionero, él abrió camino cuando nadie sabía qué era el tenis en España, y nos ha guiado a todos los que cogimos una raqueta soñando ser como él, si bien eso era del todo imposible porque no hubo ni habrá otro igual. Nunca olvidaré a Manolo ni tampoco sus consejos, convertido en algo más que un amigo en estos últimos tiempos. Me decía cómo actuar en la pista y también me dio los mejores consejos cuando me cedió el testigo como director del Mutua Madrid Open. No lo hubiera hecho sin tu ayuda, Manolo.
Cuando asumí la dirección del Mutua Madrid Open, escribí una carta de presentación y siguen vigente las palabras que destiné a Manolo: “Él ha sido símbolo, baluarte y timón indispensable para que el torneo se instalase en Madrid, haya tenido tanto éxito durante todas sus ediciones y se integre en la genética de la ciudad. Mi admiración por Manolo va más allá de las pistas de tenis. Nos conocimos cuando yo era un niño, con apenas 13 años. Cuando empecé a destacar con esa edad, siguió mis entrenamientos y se puso en contacto con mi padre. Desde entonces guardamos una gran relación. Siempre se ha preocupado por mí, ha mostrado interés por mi carrera y ha sido muy cariñoso conmigo.
Incluso me ayudó cuando me marché a Barcelona. Al igual que me ocurre a mí, su figura ha sido un referente para todo el tenis nacional. Fue pionero ganando en Wimbledon 1966, cuando no sólo ganar sino jugar en hierba era impensable para cualquier jugador español. Además, conquistó la Copa de los Mosqueteros en Roland Garros 1961 y 1964, y también el US Open 1965. Su historial habla por sí solo. Por si fuera poco, he tenido la suerte de compartir con él una fantástica relación y no ha dudado en tenderme la mano, de nuevo, en esta transición para sucederle en el cargo”.
Solo puedo recordar a Manolo con una sonrisa, bromista desde que te veía, dispuesto a vacilarte con cualquier chascarrillo de los suyos o a presumir de los triunfos del Real Madrid. Lo mejor es que todo el mundo le escuchaba y despertaba un sentimiento casi reverencial en el mundo del tenis sin importar la nacionalidad ni los años. Porque en estos tiempos en donde tanto se cuestiona a la juventud y sus valores, hasta el último en llegar al vestuario sabía quién era Manolo y se le respetaba hasta el infinito. También él, con su buena educación y su cercanía, se ganaba ese cariño y era un orgullo ver cómo en todos los rincones se aplaudía al español más universal. Gracias, Manolo, muchísimas gracias.
Te echaré mucho de menos.
*Feliciano López es el director del Mutua Madrid Open