Pocos son los torneos en los que Roger Federer no ha dejado su nombre grabado como campeón. El suizo se ha encumbrado en medio mundo y se ha ganado, por ello, la admiración de todos. No obstante, con Madrid su relación siempre ha sido un poco más especial. En la Caja Mágica ha tenido grandes actuaciones e incluso se ha coronado en tres ocasiones. De hecho, es el torneo donde mejor porcentaje de victorias acumula tras Indian Wells y Cincinnati (81%) y uno en los que más se le quiere, a pesar de ser el rival histórico del indiscutible ídolo de la afición española: Rafa Nadal.
La historia del suizo en la capital de España comienza en el año 2002, con 21 años. Todavía llevaba coleta y era conocido por su fuerte carácter dentro de la pista. Sin embargo, fue un año en el que Federer no acaparó los focos, era por entonces un desconocido. Sí lo hizo su homólogo estadounidense André Agassi, quien ganó la primera edición del Mutua Madrid Open tras la lesión del checo Jiri Nóvak antes de disputarse la final. Volviendo al helvético, consiguió llegar a los cuartos de final, una buena actuación para un joven de 21 años en entonces un Masters Series, pero por otro lado decepcionante porque cayó frente a Fabrice Santoro que procedía de la qualy.
2003 fue el año de eclosión de Federer: primer Grand Slam y salto hacia las primeras posiciones del ranking. Llegó a Madrid no solo como un gran jugador, sino como un aspirante serio al título. Firmó un torneo fantástico y solo el estado de gracia del entonces número uno, Juan Carlos Ferrero, y el apoyo de la afición española a su jugador, frenó las aspiraciones del suizo. De hecho, esa semifinal está guardada en el imaginario colectivo como uno de los mejores partidos jamás vistos en Madrid.
La ingente cantidad de títulos y el exigencia que eso conlleva pasó factura a Federer, que tuvo que renunciar a las ediciones de 2004 y 2005 por culpa de dos lesiones puntuales. En 2006 regresó a Madrid y lo hizo por la puerta grande. Culminó un torneo impecable, en el que no cedió un solo set. Con Nadal y Djokovic a la estela, Federer apunto estuvo de repetir triunfo en 2007, pero un David Nalbandian inspirado le remontó el primer set en la final para adjudicarse su primer y único título en Madrid.
La histórica rivalidad que mantienen Federer y Nadal eleva al deporte en general y al tenis en particular a una nueva dimensión. Dos estilos antagónicos, dos formas distintas de ver el tenis y un mismo objetivo: ganar. Muchos grandes torneos se los han repartido entre ambos. Hace 10 años era casi intratables, solo uno podía vencer al otro. 2008 fue el año en que el español alcanzó la madurez tenística necesaria para batir al suizo no solo en tierra batida, sino en las demás superficies. Madrid se frotaba los ojos ante la posible final que deparaba a ambos en aquel mes de noviembre. Sin embargo, ambos cayeron en semifinales. Nadal perdió frente a Gilles Simon y Federer frente a Andy Murray, que a la postre acabaría siendo el último campeón del torneo de Madrid disputado en la Casa de Campo.
Durante siete años, en una pista rápida y bajo techo, el balance de Federer fue de un título y una final. Parece a priori pobre al ser condiciones que se amoldan a la perfección al juego del suizo. Nadie pensaba que el traslado a la Caja Mágica y la elección de la tierra batida como superficie del torneo podía reportar más éxitos a Federer en Madrid.
Federer inauguró el palmarés del nuevo torneo en Madrid con su único triunfo frente a Nadal sobre un pista de tierra batida. Un break en cada set le fue bastó al suizo, que cerraría una gira de tierra de ensueño con la victoria en Roland Garros y convirtiéndose en el sexto hombre en ganar los cuatro Grand Slams.
El idilio de Federer con Madrid no está tanto en los títulos, sino en su regularidad durante las ediciones en las que ha participado. Ni siquiera los primeros años de la tierra interrumpió su trayectoria. En 2010 se volvió a repetir la misma final, con los mismos protagonistas, pero con un final distinto. Esa vez el helvético tuvo que conformarse con el subcampeonato. Nadal se convirtió en su verdugo particular en Madrid. 2011 volvió a reunirles en semifinales y el suizo volvió a caer. Sin embargo, el por entonces número tres del mundo dejó otro partido para la historia del torneo. Fue en segunda ronda frente a Feliciano López, que propuso un partido de máxima exigencia y llevó a Federer al límite. Tras dos tie-breaks, uno para cada uno, el partido tuvo que resolverse en el desempate del último set y ahí la suerte cayó del lado del suizo.
El Mutua Madrid Open lleva en su marca la cualidad intrínseca de innovación, aspecto por el que siempre ha sido alabado. En 2012 llevó a cabo una revolución al pintar el polvo de arcilla de azul, de lo que Federer sacó provecho para adjudicarse su tercer título en Madrid. Un torneo en el que Federer fue de menos a más. En su primer partido frente a Raonic tuvo que remontar para acabar sucumbiendo al canadiense en el tie-break del tercer set. A partir de ahí anduvo cómodo por las pistas ante las eliminaciones de otras grandes raquetas. La final fue más dura de lo previsto y de nuevo le tocó remontar para arrebatar la victoria a Tomas Berdych.
A partir de ese gran 2012 para Federer en Madrid, los años venideros en el torneo para él fueron malos. Entre estrellas en pleno ascenso, lesiones y la necesidad de dosificar su cuerpo, su participación ha sido efímera. Por ello, el anuncio tras el Abierto de Australia de este año supuse la oportunidad de volver a unir dos piezas que en el pasado se retroalimentaron de éxito. Los aficionados ya esperan impacientes la llegada del próximo 3 de mayo para poder ver a Federer en las pistas del Mutua Madrid Open cuatro años después.
La magia vuelve a Madrid.