David Ferrer cuelga la raqueta con honores en este Mutua Madrid Open 2019. No es para menos: ex No. 3 del mundo, 29 títulos ATP, tres Copas Davis, finalista de Roland Garros, semifinalista del US Open y del Abierto de Australia, cuartofinalista en Wimbledon… Sin duda, una de las mejores carreras de la historia del tenis español, más que notable a nivel mundial. Porque el de Jávea se ha ganado con creces el respeto de sus compañeros de circuito. Entre ellos, por supuesto, están Novak Djokovic, Rafael Nadal, Roger Federer y Andy Murray. O lo que es lo mismo: el Big 4.
Ferrer no duda en afirmar que este grupo de leyendas y la “ambición” que les caracteriza le han hecho mejor jugador. Sobre todo, su compatriota Nadal: “Rafa ha sido un espejo para mí. Aunque es más joven y entró más tarde en el circuito, he aprendido de él. El ganar un torneo y volver a ganarlo. Levantar Roland Garros, irse a Queen’s y volver a ganar… Eso me hizo entender que cuando ganas un torneo no basta, sino que hay que seguir. Eso me ha ayudado a ser No. 3 del mundo y a tener la regularidad que tuve”.
El alicantino es contundente sobre lo mucho que le ha beneficiado tener al Big 4 como competencia. “Si no los hubiera visto, si me hubiera quedado con otro tipo de jugadores que vi al principio de mi carrera, no hubiera sido tan buen jugador”, reconoce. Si tiene que elegir, se queda con Federer como el rival que más le exigió: “Cambiaba los ritmos y me volvía loco. Igual le hacía sudar, como a muchos jugadores, pero nunca tenías oportunidad para poder ganarle”.
¿Y el estilo de juego de qué rival, entre la élite ATP, se le daba mejor? El de David Nalbandian, un “jugadorazo”. Aunque matiza: “También hay tenistas con los que siempre he sufrido. Hay estilos de juego con los que te acomodas bien. Sin embargo, hay otros, aunque tengan menor ranking, en los que te cuesta más ganar. Eso sucede”.
A la hora de resaltar un momento cumbre de su trayectoria, la final de Roland Garros 2013, precisamente ante Nadal, sale a escena. A pesar de que no hubiera victoria de por medio. “No tuve oportunidad. No me achaco nada. Pero la motivación para jugar ese partido no fue la mejor. Entré en la pista algo acongojado. Y era normal, porque era mi primera final, es algo lógico. Pero bueno, quizá en esos momentos no sabíamos más. Ni yo ni mi equipo técnico de entonces teníamos más noción para afrontar ese partido. Hicimos lo que pudimos”, se resigna Ferrer.
Aun así, aquel es un buen recuerdo. Como otros tantos. Las dos grandes decepciones de su carrera las marca él mismo. Primero, el ojo de halcón que en 2013 le privó de derrotar a Murray en la final del ATP Masters 1000 de Miami. “Por esa bola que pedí pues se dio así. A veces, cuando he ido a entrenar a Miami, en la pista central de Crandon Park, aún siento ese pequeño momento de tristeza que cuesta superar. Era muy justa. Sinceramente, pensé que era muy justa. Es que lo fue. Se dio así. Si no hubiera existido el ojo de halcón, hubiera ganado el torneo”, apunta sobre aquello.
Ferrer tampoco puede olvidar lo cerca que estuvieron Feliciano López y él de darle una medalla olímpica a España en los dobles de Londres 2012. Una derrota muy ajustada en semifinales ante los franceses Jo-Wilfred Tsonga y Michael Llodra (6-3, 4-6 y 18-16) les dejó sin final… y, a consecuencia del sobreesfuerzo, sin bronce. “Estábamos los dos en el vestuario y fue durísimo. Es que estábamos jugando tan bien… Y ese partido, con 0-40, por cómo fue… Fuimos mejores durante todo el partido y nos dolió muchísimo. Si hubiéramos perdido el partido fácil, creo que hubiéramos tenido más probabilidades para ganar el bronce. Pero fue tan duro mentalmente que nos costó mucho el día siguiente”, recuerda.
Sin embargo, en la balanza se impone un sabor de boca excelente. Ese que le ha llevado al Olimpo del tenis español junto a leyendas que han sido referentes para Ferrer. Como Juan Carlos Ferrero, ex número 1 del mundo y, sobre todo, íntimo amigo. “Él me abrió las puertas y me ofreció consejos. Estuvimos muy unidos. Eso es algo por lo que estaré eternamente agradecido. Es un poco lo que siento ahora con Roberto Bautista. Juan Carlos me enseñó a ayudar a un tenista joven. Nos llevábamos bien y me dio la oportunidad de estar junto a él en un torneo como el que tenemos en Valencia. Le tengo mucho respeto y cariño, es una persona a la que siempre estaré agradecido. Si de algo me arrepiento es de no haber dado el paso, en ciertos momentos de mi carrera, de haber trabajado con él”, expresa sobre la ayuda incondicional del valenciano.
Ferrer también se ha quedado con las ganas de haberse empapado un poco más de tener al lado a figuras de nuestra raqueta como Carlos Moyà y Sergi Bruguera. Sin olvidar a Albert Costa y Àlex Corretja. Le apena no haber sabido empaparse más de ellos en ciertos momentos de su carrera. Eso sí, la amistad siempre ha existido. Y especialmente destacada con Ferrero, Feliciano, Marc López, Nadal y Bautista. El “cariño”, tanto de ellos como de sus compañeros de profesión en general, es de las mejores cosas que se lleva.
¿Para qué cambiar la historia que tan bien parado le ha dejado todos estos años? “Sólo puedo decir que no he ganado un Grand Slam porque no he podido hacerlo. He intentado dar lo máximo de mí, pero no me cambio por jugadores que lo han ganado. Hay tenistas que han ganado un Grand Slam y sólo han jugado uno o dos Masters. Yo he hecho siete, he sido el segundo o tercer jugador en la historia de España en ganar X partidos, el 12 del mundo en ganar X cantidad de encuentros… Mi vida tenística ha sido muy buena. Durante muchos años de mi carrera, me he sentido muy bien conmigo mismo”, sentencia Ferrer. Queda claro que nunca perdió la cualidad más valiosa de todas: la humildad.