Justo hace un año, Naomi Osaka debutaba en un cuadro final del Mutua Madrid Open. Con 20 años y aún poca experiencia en el circuito, la japonesa no pudo superar la primera ronda y caía eliminada contra la china Shuai Zhang en dos sets. En ese momento, nadie podía imaginar que tan sólo un año después Osaka se plantaría en Madrid como la número uno del mundo y acaparando todos los focos del circuito.
Este jueves ha pisado por primera vez la tierra batida del Estadio Manolo Santana y lo ha hecho como lo que ya es, una de las auténticas estrellas del circuito WTA. De carácter tímido, Osaka intenta centrarse en su tenis y alejarse de los focos, pero lo cierto es que la expectación que despierta entre los aficionados por allá donde pasa es máxima.
Y es que 2018 fue el año de inflexión en la carrera de Osaka. Desde entonces no ha dejado de romper moldes y derribar barreras. Sorprendió a propios y extraños al conseguir llevarse el primer Premier Mandatory de la temporada pasada en Indian Wells imponiéndose a algunas de las mejores jugadoras del circuito en su camino al título. Una semana brillante derrotando a jugadoras como Maria Sharapova, Karolina Pliskova, Daria Kasatkina o Simona Halep. En ese momento, la japonesa ya apuntaba alto, pero necesitaba confirmarlo manteniendo la regularidad en los siguientes torneos.
No fue así. Los siguientes meses en la temporada de Osaka fueron complicados y los resultados no terminaron de llegar: segunda ronda en Miami, primera ronda en Madrid, segunda ronda en Roma, tercera ronda en Roland Garros, tercera ronda en Wimbledon, primera ronda en Cincinnati… Pero algo cambió tras Cincinnati con la llegada del último Grand Slam de la temporada.
En Flushing Meadows, Osaka empezó a ganar partidos y a derrotar rivales prácticamente sin despeinarse, mostrando una superioridad aplastante. Se plantó en la final ganando a grandes jugadoras como Sasnovich, Sabalenka, Tsurenko o Keys. En esta última ronda esperaba una de las mejores jugadoras de la historia que además jugaba en casa, Serena Williams. Naomi templó los nervios como si de una veterana se tratara y logró imponerse a la ex número uno mundial para convertirse en la primera japonesa en ganar un Grand Slam en categoría individual.
A partir de su triunfo en Nueva York, Osaka empezó a desarrollar un juego mucho más sólido y regular y los resultados se fueron sucediendo. No obstante, no fue hasta enero de este mismo año cuando la japonesa volvió a asombrar al mundo del tenis. En un momento en el que ninguna jugadora domina el circuito WTA con claridad, Naomi fue capaz de ganar consecutivamente su segundo Grand Slam.
Llegó al Abierto de Australia como No. 4 del mundo y salió de Melbourne con el título de campeona y con el hito de ser la primera asiática en conseguir el número uno mundial. Su cuadro en Melbourne no fue nada fácil y en su camino a la final derrotó a varias Top 10 como Elina Svitolina o Karolina Pliskova. En la final le esperaba la mujer, tal vez, más en forma del momento y una gran conocida del público madrileño, Petra Kvitova. Pero eso no fue inconveniente para que Osaka se impusiera en un apasionante partido.
Y es que mucho ha cambiado la vida de Naomi desde que pisó la Caja Mágica por última vez. Este año viene con la intención de enamorar a la afición española y con un claro objetivo: alzarse con el primer título sobre tierra batida de su carrera. Pero no se lo pondrán fácil. Quienes intentarán que esto no suceda y tratarán de dedicarles el triunfo a la afición local son las integrantes de la Armada española. Este jueves hemos podido ver cómo han seguido con sus entrenamientos sobre la arcilla madrileña tres de las jugadoras españolas que disputarán el Mutua Madrid Open.
Por un lado, tanto Garbiñe Muguruza como Aliona Bolsova se han ejercitado por la mañana en las pistas exteriores de la Caja Mágica perfilando su puesta a punto con unos entrenamientos en los que ha predominado el apartado físico. Por otro lado, Carla Suárez ha preferido un entrenamiento más técnico junto con la ucraniana Lesia Tsurenko en el Estadio Manolo Santana.